Opinión - 16 de noviembre de 2022

Un criterio tras otro

Escrito por Bertrand Piccard 4 min lectura

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Cuando se aborda el tema de la energía en el contexto de la transición ecológica, el trilema "disponible, asequible, sostenible" se pone a menudo sobre la mesa.

La COP 27 no es una excepción a la regla, porque una fuente de energía sólo será atractiva para los responsables políticos y económicos si está disponible -por lo tanto, es fácil de explotar-, si es barata -porque es la primera calidad para los usuarios-, y al mismo tiempo si es sostenible -para estar en consonancia con los Acuerdos de París-. Pero, ¿no hay otros criterios igualmente importantes a tener en cuenta?

En este día en que el tema elegido por la COP es el de la Energía, observemos la evolución de este trilema en el caso concreto de las fuentes renovables. En el momento de la primera conferencia de Río, en 1992, la elección de utilizar energías limpias sólo estaba vinculada al criterio de la sostenibilidad, ya que los factores de coste y de disponibilidad todavía jugaban en contra (con la excepción de la hidroelectricidad). Diez años más tarde, cuando lancé mi proyecto de dar la vuelta al mundo en un avión solar, las energías limpias (solar, eólica, biomasa y geotérmica) empezaban a estar disponibles, pero apenas eran competitivas, sin subvenciones, en comparación con los combustibles fósiles. Hoy en día, como su precio ha bajado un 80%, ya no hay ninguna razón objetiva para debatir el criterio del coste. La energía fotovoltaica se ha convertido en la fuente más barata, muy por delante de las fuentes fósiles. Recientemente se cotizaba a 1,5 céntimos por kWh en el mercado público portugués.

Sin embargo, las críticas continúan. Frente a la intermitencia del viento y del sol, un nuevo criterio se ha hecho imprescindible: la energía debe ser ahora "utilizable", lo que significa en este caso que debemos poder almacenarla. Es cierto que esta condición no se ha tenido suficientemente en cuenta. Ahora es más importante estudiar el almacenamiento del calor de verano bajo tierra y el almacenamiento por bombeo en los lagos de las presas, que ya es posible a gran escala, en comparación con las baterías y el hidrógeno, que todavía no están disponibles en grandes cantidades.

Este año, en la COP, hay otro requisito que entra en juego. El conflicto de Ucrania habrá sido sin duda su triste revelador: el de la "seguridad", o independencia energética, que las fuentes fósiles ya no pueden garantizar. Sólo la producción local, descentralizada y renovable, puede tranquilizarnos, siempre que, por supuesto, no nos hagamos dependientes de otros países en riesgo para el suministro de minerales.

Y para los que aún no han entendido que la respuesta es la misma para la crisis energética rusa que para la crisis climática, recordemos que si no conseguimos eliminar el despilfarro actual, nunca serán suficientes las energías "disponibles, asequibles, sostenibles, utilizables y seguras". El mal funcionamiento de los sistemas de consumo de energía es responsable de la pérdida de tres cuartas partes de la energía producida. Por tanto, conviene añadir la "eficiencia" a la lista de criterios, lo cual es una buena noticia, ya que ahora hay una plétora de soluciones técnicas para conseguir un mejor resultado consumiendo menos.

Sin embargo, las energías limpias tardarán en sustituir a las más sucias. Demasiado tiempo. Por eso no es de extrañar que volvamos a hablar tanto de la energía nuclear como una solución de transición esencial y baja en carbono, aunque esta energía ya no cumpla el criterio de precio y sus residuos radiactivos no la conviertan en una fuente segura ni sostenible.

También debemos tener cuidado de que la urgencia de la situación no nos lleve a tomar malas decisiones. Durante una conversación aquí en la COP con dos representantes de la industria solar y eólica, expresaron su malestar por una propuesta de la Comisión Europea de regular más la producción de energía renovable. Sería un error. Por el contrario, la Unión Europea debería transformar esta crisis en una oportunidad para acelerar su transición energética, facilitando los procedimientos administrativos para el despliegue de proyectos de energías renovables, pero también, y sobre todo, dejando que el mercado actúe porque estas energías ya han demostrado su competitividad.

Las exigencias se acumulan sin piedad. Nadie imaginaba que las energías renovables serían capaces de satisfacerlas y que incluso serían las únicas que cumplirían todos los criterios. Esperemos que 30 años después de la Conferencia de Río, la mentalidad de los participantes en la COP 27 haya evolucionado tanto como estas tecnologías...

Publicado por primera vez en La Tribune y Le Temps

Escrito por Bertrand Piccard en 16 de noviembre de 2022

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