La desigualdad nos frena a todos

El 26 de agosto de 2019, me dirigiré a los Jefes de Estado y funcionarios de gobierno en la 45ª cumbre del G7, en Biarritz (Francia). La edición de este año se centrará en la lucha contra la desigualdad en sus múltiples formas. En efecto, las disparidades entre los que tienen y los que no tienen no son sólo una cuestión moral. La desigualdad tiene un impacto desestabilizador en la política mundial y nos afecta a todos y cada uno de nosotros. Ya es hora de luchar contra ella.

Pensar que podemos enriquecernos a costa de los demás, explotándolos en nuestro propio beneficio y beneficiándonos de las desigualdades es una ilusión estúpida o basada en una visión a muy corto plazo. Esto nos estallará en la cara; además de ser moralmente inaceptable, las desigualdades son peligrosas. Crean odio y envidia, violencia e inestabilidad social. Cuando vi los barrios ricos de Sao Paulo - atrincherados y protegidos por alambre de espino eléctrico - pensé en lo absurdo que era que hubiéramos permitido que las cosas llegaran a este punto.

En el mundo económicamente desarrollado, estamos asistiendo a la erosión de la clase media, donde cada vez más personas viven en circunstancias frágiles, a un pequeño empujón de no poder llegar a fin de mes. Se trata de una catástrofe que dará lugar a una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, disminuyendo la calidad de vida de la mayoría de la población, y obligando en última instancia a los más ricos a pagar más impuestos y subsidios sociales. Vemos que a los más ricos no les interesa permitir las desigualdades.

Es lo mismo cuando se trata del cambio climático; desde nuestro punto de vista privilegiado, vemos que el resto del mundo entra en una lenta ebullición, sin darnos cuenta de que todos aquellos para los que esta situación se hace invivible pronto se dirigirán hacia nosotros, una tendencia que, por supuesto, ya ha comenzado. Y que quede claro que nadie quiere desarraigar a su familia, trasladarse al otro lado de un continente con las pocas posesiones que le quedan y sin saber qué le depara el futuro por decisión propia: es un acto de desesperación.

Lo que no entiendo es por qué los partidos políticos tradicionales hacen tan poco, si no nada, para resolver el problema. También en este caso están actuando en contra de sus propios intereses, creando un amplio espacio para los líderes populistas. De hecho, el populismo prospera en condiciones en las que la gente siente que está perdiendo algo, que se ha quedado atrás y que las oportunidades no están abiertas para ellos. Esto tiene un efecto tóxico sobre la política y el discurso político, reduciendo el espacio para desarrollar una política eficaz que pueda ayudar a resolverlo.

La presión va en aumento, y cada vez más personas corren el riesgo de verse empujadas a la precariedad. Tenemos que despertar a los actores políticos, económicos y sociales que pueden reaccionar para difuminar estas tensiones y garantizar que nuestra sociedad y nuestra política puedan seguir funcionando.

Esto hace que sea especialmente importante tomar medidas para hacer frente al cambio climático, ya que aunque no se resuelvan todas las desigualdades, ayudará a resolver las nuevas desigualdades causadas por el calentamiento del planeta. Y al reconocer que hay soluciones que son rentables y que pueden proteger el medio ambiente, como las que tratamos de identificar en la Fundación Solar Impulse, podemos avanzar en su solución. Tanto en los países más pobres como en los más ricos, las energías limpias y renovables pueden contribuir a estimular la economía, crear puestos de trabajo y desbloquear todos los demás medios de que disponemos para proteger el medio ambiente y aumentar la prosperidad.