Noticias - 12 de noviembre de 2025
Escrito por Bertrand Piccard
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Acabo de llegar: al fin del mundo y al corazón de la cuestión climática, no sólo para Brasil, sino para todo el mundo, ya que aquí se celebra la COP30.
Ya van treinta conferencias sobre el clima. Una generación de cumbres, negociaciones y decepciones. A diferencia de las COP del pasado, a las que asistí con esperanza, esta vez vengo a Belém por obligación. Y espero que estemos allí el mayor número posible de nosotros. ¿Por qué? Porque lo que está en juego es nada menos que salvar la cooperación medioambiental del colapso del multilateralismo, en un momento en el que el límite de 1,5°C fijado en la COP 21 de París corre el riesgo de hacerse añicos. Si hay una cumbre que no debe perderse, es ésta. Para enviar una señal de que no nos hemos rendido.
Porque el mundo ya se ha puesto en marcha, pero está frenando su propio impulso.
Bastaría muy poco para que la transición climática pasara de ser un concepto que se enfrenta a una feroz resistencia a una marcha triunfal, eficiente y rentable. Las energías renovables ya proporcionan la energía más competitiva del mundo. La eficiencia energética, los materiales reciclados y la movilidad limpia avanzan por todas partes, a pesar de la denigración del statu quo. Desde las aldeas del Sahel hasta las grandes metrópolis de Europa, desde los Andes hasta el Pacífico, muchos ya están viendo los beneficios.
Pero el progreso sigue siendo demasiado lento, demasiado tímido, y sus detractores intentan derribarlo en seco. Cada vez más países rebajan las ambiciones de sus planes climáticos (NDC), que ya no se ajustan a la trayectoria de +1,5 °C ni se despliegan a la escala necesaria. Sin embargo, existen muchas soluciones, incluso mientras se intensifican las sequías, la subida del nivel del mar, la inseguridad alimentaria y las migraciones forzosas. Pero nos tranquilizamos pensando que esto afecta sobre todo a los países del Sur, aunque sean los menos responsables.
Como si la lucha contra el cambio climático estuviera ya perdida, en Belém se hablará mucho de cuestiones de adaptación: reforzar las infraestructuras, reinventar la agricultura ante las nuevas realidades climáticas y garantizar el acceso al agua.
Para recuperar la esperanza, debemos demostrar que estos esfuerzos, tanto en el Norte como en el Sur, no consisten simplemente en gastar más; consisten en hacerlo mejor con menos, aprovechando al máximo los recursos existentes. Menos pérdidas, menos despilfarro, para una mayor resiliencia, beneficios, calidad de vida y soberanía. La eficiencia debe convertirse en el sistema operativo de nuestras sociedades.
En la Solar Impulse Foundation, vemos lo que esto significa en términos concretos: cada día, certificamos innovaciones que combinan eficiencia y rentabilidad, demostrando que es posible convertir las limitaciones en oportunidades y conciliar ecología y economía.
Por tanto, la verdadera cuestión ya no es qué hacer, sino con qué rapidez podemos hacerlo. ¿Seremos capaces de desplegar estas soluciones más rápido de lo que avanzan los impactos climáticos? Esa es la carrera en la que estamos inmersos.
Una vez más, la presidencia de la COP quiere centrarse en "la acción más que en las promesas". Lo desesperante es que siempre decimos lo mismo. ¿Llegaremos al punto de inflexión que se hace eco de nuestra convicción: pasar a la acción concreta, convertir lo posible en realidad? Por eso debemos estar presentes en Belém.
Así que sí, las COP son imperfectas. Pero siguen siendo el único lugar donde la humanidad puede decidir junta no rendirse. En un mundo donde la tentación de replegarse está en todas partes, estas reuniones son baluartes contra la fragmentación, lugares donde volvemos a aprender el lenguaje de un futuro compartido.
Y eso hace que el viaje sea esencial.
Publicado primero por Le Temps, La Tribune, EFE Verde, La Repubblica y Forum Nachaltig Wirtshaften .
Escrito por Bertrand Piccard en 12 de noviembre de 2025