Opinión - 15 de octubre de 2020
Escrito por Bertrand Piccard 3 min lectura
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Las principales fuentes de emisiones de CO2 son los motores de combustión, los edificios mal aislados y los sistemas de calefacción y aire acondicionado ineficientes. Sin embargo, el hecho de que nos sintamos impotentes para resolver estos problemas no significa que debamos volvernos contra los objetivos secundarios.
En la industria de la aviación, las emisiones por pasajero han disminuido un 80% en los últimos 70 años, representando apenas un 2-3% de las emisiones mundiales en 2019, por debajo de las del sector digital, aunque el streaming de vídeo nunca parece estar en el banquillo. Sin embargo, la aviación es rehén de una ideología que aboga por el decrecimiento económico como única solución a los problemas medioambientales y que se dedica a avergonzar a los vuelos de forma casi fanática para tranquilizar las conciencias y hacerles olvidar que hay otras fuentes de contaminación.
Este desprecio irracional resta importancia al impacto socioeconómico de las actividades de la aviación, que mantiene más de 1,1 millones de empleos directos e indirectos en Francia y el 4,3% del PIB del país. La industria de la aviación es, por tanto, un gran éxito que garantiza nuestra autosuficiencia en materia de transporte.
Lo más importante es que la vergüenza de los vuelos eclipsa lo más importante: si alguna industria puede estar a la altura del reto de transformarse, es la industria de la aviación. Está en su naturaleza evolucionar. Las personas que forman la columna vertebral de esta industria -ingenieros, investigadores, trabajadores de producción y técnicos- siguen los pasos de pioneros franceses como Blériot, Saint-Exupéry, Mermoz, Dassault, Potez, Latécoère, por nombrar sólo a algunos.
Conscientes de los retos medioambientales, los fabricantes se han propuesto innovar de nuevo para acelerar la creación de un avión de emisiones cero (con baterías, hidrógeno, biocombustibles de tercera generación o queroseno sintético). Los aviones eléctricos privados ya son operados por clubes de vuelo, pero parece que habrá que esperar otra década antes de que se pongan en marcha aviones comerciales similares. Mientras tanto, las compañías aéreas deben responsabilizarse de su parte de las emisiones incluyendo sistemáticamente compensaciones de carbono en el precio de todos los billetes vendidos, lo que sería una forma indirecta de alcanzar inmediatamente la neutralidad en carbono. Su futuro está en juego: ¿no empezó todo el escándalo de los vuelos porque la industria de la aviación tardó en compensar el carbono y gravar el queroseno?
Los expertos en aviación tienen que asumir sus responsabilidades, pero también los ecologistas. No es arruinando la industria de la aviación como resolveremos todos nuestros problemas. Al contrario, veamos la actual crisis económica como una oportunidad para animar a la industria a evolucionar a un ritmo aún más rápido. No debemos ceder al dogmatismo atacando a una industria competitiva que es fuente de empleo, conocimiento, colaboración, excelencia y pasión.
Los retos medioambientales nos brindan una oportunidad única para construir la industria de la aviación del futuro: debemos aprovecharla.
Bertrand Piccard, psiquiatra y explorador, Presidente de la Fundación Solar Impulse
Catherine Maunoury, campeona mundial de acrobacia aérea, Presidenta del Aéro-Club de France
Este artículo se publicó originalmente en francés en la JDD. Leael original aquí.
La traducción ha sido realizada porAlto International.
Escrito por Bertrand Piccard en 15 de octubre de 2020