Opinión - 21 de marzo de 2019

Mi vuelta al mundo en globo, o el fin de una época de despreocupación

Escrito por Bertrand Piccard

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¿Qué hacías el domingo 21 de marzo de 1999? ¡Fue hace tanto tiempo! Y sin embargo, muchos de ustedes me han dicho que recuerdan ese día como si fuera ayer...

Hace exactamente 20 años, a las 6:00 de la mañana, el Breitling Orbiter 3 besaba la ardiente arena del desierto egipcio mientras mi vuelo en globo alrededor del mundo llegaba a su fin. Más que completar una vuelta al mundo en 20 días, mi compañero Brian Jones y yo acabábamos de cumplir el sueño de Julio Verne. La intensidad de este momento sigue siendo, a día de hoy, indescriptible y quedará para siempre grabada en mi memoria. Al celebrar este aniversario, a veces me encuentro con una profunda nostalgia de aquel periodo. No dejo de preguntarme: "¿Y si el Breitling Orbiter 3 hubiera sido mi última aventura sin preocupaciones?".

Se preguntarán, ¿qué tiene que ver la despreocupación con la aventura del Breitling Orbiter 3? Aunque esta vuelta al mundo ha sido una demostración de impresionantes proezas técnicas, científicas, humanas, atléticas e incluso filosóficas, hay que tener en cuenta que también fue un viaje épico lleno de primeros pasos tentativos, improvisación, apuestas locas, asunción de riesgos y, debo admitir, despreocupación.

Las tecnologías que utilizamos para dar la vuelta al mundo en este globo de cincuenta y cinco metros de altura lleno de helio no se parecen en nada a las que estamos acostumbrados hoy en día. La predicción del tiempo estaba aún en pañales, lo que obligaba a nuestros meteorólogos a elaborar sus propios modelos. Desde nuestro centro de control de Ginebra, analizaban con gran precisión la dirección de los vientos para indicarnos la altitud a la que debíamos volar para dirigirnos en la dirección correcta. Era un reto constante. También eran los primeros días de la tecnología GPS y de las comunicaciones por satélite, lo que complicaba considerablemente nuestra tarea. Mientras tanto, nuestras solicitudes de autorización de sobrevuelo, que resultarían decisivas para el éxito del proyecto, eran novedosas para las autoridades. Nadie entendía realmente el objetivo que pretendíamos alcanzar. No hace falta mencionar que las redes sociales no existían y que la Web acababa de surgir: muchos de ustedes se suscribieron primero a proveedores de servicios de Internet para poder seguir la vuelta al mundo en directo. Al igual que mi padre se había comprado un televisor en 1969 para ver los primeros pasos del hombre en la Luna. Todo esto aumentaba el desafío de la aventura. Pero también la hizo mucho más hermosa. Romántica. Despreocupada.

Para llevar a cabo esta extraordinaria hazaña, obviamente corrimos riesgos considerables. Varios globos se estrellaron en el mar, otros fueron detenidos por pasos fronterizos prohibidos. ¿Y qué? La sociedad moderna aún no había sido superada por el despotismo de las normas de seguridad. Nada se había prohibido explícitamente, así que todo seguía siendo posible. Por eso, una docena de equipos habían competido durante 15 años para conseguir lo que muchos consideraban todavía imposible en aquella época. Dick Rutan, Larry Newman, Andy Elson y Kevin Uliassi. Y, por supuesto, Richard Branson y Steve Fossett, que se hicieron amigos. Todos ellos experimentaron el fracaso y volvieron a empezar sin descanso en la búsqueda del último Grial de la aviación. Perseveraron. Eran despreocupados.

En aquella época, el calentamiento global era una teoría científica que muchos aún se atrevían a cuestionar. Por supuesto, aquí y allá, los expertos en clima intentaron en vano advertir a la comunidad internacional sobre la magnitud de la catástrofe y el peligro que se avecinaba. Pero estábamos demasiado ocupados conquistando el cielo, la Tierra y las estrellas. El mundo dio muestras de cierta despreocupación.

El 21 de marzo de 1999, el Breitling Orbiter 3 aterrizó en la arena egipcia. Miré por última vez nuestros depósitos de combustible. Habiendo comenzado con casi cuatro toneladas de propano líquido, apenas nos quedaban 40 kilogramos. Nuestro ritmo de consumo de energía fósil había sido una de nuestras principales fuentes de ansiedad durante casi tres semanas. A partir de ahora, se convertiría en el principal problema al que se enfrentaría nuestra civilización durante el próximo siglo. El final de esta aventura poética marcó sin duda el fin de una era. El fin de un mundo sin preocupaciones.

De repente tuve una idea... ¿Sería posible volar alrededor del mundo impulsado sólo por el sol? Esta idea me acompañaría durante casi 15 años, a pesar del peso de las normas de seguridad, los interminables procesos administrativos y los exigentes requisitos de las tecnologías futuristas. A esto le seguiría mi lucha a favor de políticas más ambiciosas en todo el mundo en materia de energías renovables y soluciones limpias.

Saco fuerzas pensando de vez en cuando en mi vuelta al mundo en globo y en aquella época pasada. Me encantaba la despreocupación de entonces...

Escrito por Bertrand Piccard en 21 de marzo de 2019

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