Opinión - 6 de enero de 2020

La aviación necesita pioneros del clima

- Foto de Airbus SAS

Escrito por Bertrand Piccard 5 min lectura

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Este editorial conjunto está escrito por Anne Rigail, Directora General de Air France, y Bertrand Piccard, Presidente de la Fundación Solar Impulse. Fue publicado originalmente en Le Monde.

(leer el artículo original en francés)

Los primeros 50 años de la historia de la aviación fueron testigos de muchas innovaciones disruptivas. Pasamos del Flyer de los hermanos Wright al Boeing 707. En el medio siglo siguiente, hubo ciertamente una optimización de la calidad, pero el último Airbus 340 sigue pareciéndose bastante al 707. Ante los retos medioambientales, ¿cómo podemos volver a la senda de la disrupción?

La aviación se ha convertido hoy en el chivo expiatorio del cambio climático. Aunque muchas otras industrias emiten más CO2, el fenómeno flygskam -vergüenza de volar- refleja el malestar de una generación con el sector de la aviación. Aunque este sector sólo representa entre el 2 y el 3% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, las compañías aéreas son consideradas responsables de todos los males. Deben acelerar el cumplimiento de sus compromisos y comunicarlos mejor.

No hay que olvidar que la aviación es uno de los avances tecnológicos más fantásticos de la historia de la humanidad. Dejando a un lado su papel fundamental en los intercambios económicos y los millones de puestos de trabajo creados, la llegada del transporte aéreo ha aportado grandes beneficios en términos de apertura al mundo y oportunidades de intercambios culturales. En 2018, 4.300 millones de pasajeros viajaron en avión.

A muchos les resulta difícil concebir la posibilidad de volar de forma responsable, con un mínimo impacto negativo en el medio ambiente. Pero, ¿no sería posible conciliar una de las innovaciones más formidables de nuestro tiempo con el imperativo ecológico? Estamos plenamente convencidos de que sí, pero ello implica cambiar algunos paradigmas. En 2003, cuando se lanzó el proyecto Solar Impulse, los expertos en la materia lo consideraban imposible. Según ellos, el sol no proporcionaría suficiente energía. Pero resultó que el prototipo de Solar Impulse era tan eficiente que la energía que acumulaba durante las horas de luz era suficiente para volar las 24 horas del día. El mensaje de Solar Impulse era claro: con tecnologías limpias se puede lograr lo imposible.

Para hacer frente a su huella de carbono, el sector aéreo debe recurrir a la larga tradición de innovación que le ha dado tanto éxito. Aprovechando al máximo el potencial que ofrecen las nuevas soluciones tecnológicas y operativas, podemos afrontar juntos este reto ahora. Podemos actuar sin demora, sin esperar a que nos obliguen los reguladores.

Desde el punto de vista operativo, necesitamos urgentemente acelerar el proyecto del Cielo Único Europeo, para poder adoptar rutas más directas. Llevamos demasiado tiempo esperando esto. Ahora tenemos programas informáticos que pueden analizar los planes de vuelo de los pilotos y ofrecer recomendaciones que ahorrarían hasta un 5% de combustible. También tenemos que generalizar la práctica del ecopilotaje, que supone un importante ahorro de combustible. Un ejemplo de ello en vuelo es realizar descensos ininterrumpidos de ángulo constante hasta la aproximación final. En tierra, rodar con un solo motor en marcha puede ahorrar hasta 700 kg de combustible.

En cuanto a la tecnología, los cambios están en marcha. Los fabricantes están trabajando en programas de aviones eléctricos. Ya existen aviones de dos y cuatro plazas, y en el futuro veremos aviones con muchas más plazas. La hibridación también es prometedora: una turbina que funcione con su eficiencia óptima para producir electricidad para los motores consumiría prácticamente la mitad del queroseno que queman los actuales motores turborreactores.

En los vuelos de larga distancia, el uso del 100% de biocombustible podría ser técnicamente posible, pero se enfrentará a desafíos: falta de disponibilidad y de una cadena de suministro, especialmente en Francia, y ausencia de políticas gubernamentales de incentivos. Mientras tanto, ¿qué pasa con el hidrógeno?

Mientras esperamos que todas estas innovaciones entren en servicio, la compensación es una solución transitoria útil... es ciertamente mejor que no hacer nada.

Hemos citado sólo algunos ejemplos, pero hay muchos otros que aún debemos identificar y aplicar a gran escala. Este es precisamente el objetivo de la asociación anunciada entre Air France y la Fundación Solar Impulse, que pretende seleccionar y respaldar tecnologías rentables que protejan el medio ambiente. Juntos, lanzamos una invitación a presentar soluciones viables. Trabajaremos juntos para seleccionar proyectos que permitan al sector de la aviación alcanzar sus objetivos medioambientales.

Air France ha anunciado recientemente su intención de reducir sus emisiones de CO2 por pasajero/km en un 50% de aquí a 2030, de reducir sus residuos no reciclados en un 50% y de seguir reduciendo su huella acústica. También anunció su decisión de compensar totalmente las emisiones de CO2 de sus vuelos nacionales para 2020, lo que ha creado un impulso entre otras compañías. Las aerolíneas que han decidido tomar medidas concretas para reducir su impacto, en lugar de resistirse al cambio, demuestran que están a la altura del reto del cambio climático y están renovando el espíritu de innovación demostrado por los primeros pioneros de la historia de la aviación.

Bertrand Piccard, Presidente de la Fundación Solar Impulse

Anne Rigail, Directora General de Air France

Escrito por Bertrand Piccard en 6 de enero de 2020

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