Cuando menos es más: el increíble potencial de la eficiencia

Se abre en Bakú la segunda semana de la COP29, en la que la financiación de la lucha contra el cambio climático sigue siendo el centro de atención. Pero aún hoy se habla sobre todo de indemnizaciones, de reparaciones de los países del Norte a los países del Sur, principales víctimas del cambio climático al que sus frugales emisiones de CO2 no han contribuido casi nada.

Sin embargo, la multitud de soluciones limpias y rentables, así como el coste de la inacción, también permiten considerar la financiación climática como una inversión rentable, tanto en el Norte como en el Sur. Es el caso, en particular, de la transición energética, que se sitúa en el centro de la nueva forma de funcionamiento que deben adoptar nuestras sociedades para ser sostenibles.

¿Transición hacia qué? Por supuesto, hacia un modelo en el que los combustibles fósiles sean sustituidos (y lo más rápidamente posible) por energías renovables. Pero observemos las tendencias, tanto en términos de población mundial como de desarrollo socioeconómico. Sería ilusorio pensar que el mundo de hoy, y más aún el de mañana, pueda funcionar sólo con renovables, si seguimos desperdiciando dos tercios de la energía producida como hasta ahora.

Aquí es donde entra en juego la eficiencia.

El vergonzoso despilfarro de nuestros modelos de producción y consumo explica en gran medida el desastre medioambiental en el que nos encontramos. Pero además del CO2 emitido, esta situación también provoca pérdidas económicas considerables: ¡4,6 billones de dólares anuales!

La anterior COP de Dubai empezó a situar la eficiencia energética en un lugar más destacado de la agenda del debate sobre el clima, pero aún queda mucho camino por recorrer para que se convierta en una realidad, sector por sector, PYME por PYME, edificio por edificio. Porque para lograr la eficiencia energética, el problema no es la oferta de soluciones eficientes -porque las hay a centenares en todos los ámbitos-, sino la demanda. Muy a menudo, la compra de estos dispositivos es más cara que la de sus equivalentes contaminantes, aunque a largo plazo sean mucho más rentables.

¿Cómo hacer más atractiva esta oferta? Cambiando la forma de comercializar las soluciones. Las empresas pueden pasar de vender productos a vender resultados (kilómetros recorridos en autobuses eléctricos en lugar de los propios autobuses, luz en lugar de bombillas, rendimiento por hectárea en lugar de toneladas de abono). El usuario final paga por el servicio sin comprar el bien, mientras que el proveedor conserva el activo. Este modelo de "servitización" tiene un gran potencial para acelerar el despliegue de soluciones eficientes que, a pesar de un coste inicial elevado, ofrecen un coste total de propiedad menor gracias a la reducción de los gastos de explotación.

¿Cuáles son las ventajas de este cambio de paradigma? Para el adoptante, es un gran incentivo, porque la inversión inicial desaparece. Para el proveedor de soluciones, ya no interesa vender la mayor cantidad de productos, sino la mejor calidad posible. Cuanto más fiable sea el producto, mayor será el margen de beneficios. Es el fin de la obsolescencia programada.

Este modelo representa una nueva forma de economía, que yo llamo "economía cualitativa". Para desarrollarse, requiere la llegada de un tercer actor capaz de asumir la inversión inicial.

Este es el objetivo de la Iniciativa de Eficiencia Energética lanzada en Bakú por la Fundación Solar Impulse, el Banco Europeo de Inversiones y la Comisión Europea. Al combinar inversión pública, garantías y capital privado, reforzará el despliegue de soluciones eficientes para las PYME, en particular mediante la servitización.

La innovación no es sólo tecnológica; también debe ser financiera. De este modo, la acción por el clima unirá a todos los actores al demostrar su rentabilidad económica.

Leído primero en Le Temps,La Tribune, Forum Nachhaltig Wirtschaften, La Repubblica, y EFE Verde.