Opinión - 9 de noviembre de 2021

Aplicar por fin un Acuerdo de París casi ya obsoleto

Escrito por Bertrand Piccard 3 min lectura

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La COP26 trabajará esta semana en la implementación técnica del Acuerdo de París. Las acciones deben concretarse porque los compromisos de 2015 ya están detrás de la realidad climática

Los retos técnicos comienzan en Glasgow. Tras una semana de negociaciones entre jefes de Estado, llega el momento de la implementación de los acuerdos de París. Se acabó la retórica, hay que dejar paso a los números, los informes y las decisiones. ¡Ha llegado la hora! La aplicación efectiva del acuerdo de París, que data de 2015, va por detrás de la realidad medioambiental. En seis años, la situación se ha deteriorado enormemente: inundaciones, sequías, incendios, sólo el verano de 2021 ha mostrado el alcance dramático del trastorno. No sólo se verán afectadas las generaciones futuras, sino también las nuestras.

De hecho, la brecha entre lo que hacemos y lo que deberíamos hacer crece cada día. Los debates técnicos sobre el llamado "Reglamento de París" pueden parecer menos emocionantes que las llamativas promesas de objetivos cero, miles de millones de dólares en financiación y de limitar el calentamiento global a 1,5. grados centígrados. Sin embargo, esta es la base sobre la que se construye todo lo demás.

Las cuestiones que hay que resolver siguen siendo numerosas, complejas y técnicas. Entre ellas, destacan tres: los plazos, la transparencia y el mercado del carbono.

El tema de los plazos parece ser el más sencillo. Las partes tienen que acordar "simplemente" un calendario adecuado para comprobar el progreso de un país con respecto a su compromiso climático. Sin embargo, hasta ahora no se ha llegado a ningún acuerdo. ¿Cinco años? ¿Diez años? ¿Plazos flexibles? Este cuestionamiento muestra hasta qué punto incluso las cuestiones más sencillas son objeto de negociación en la COP26.

El acuerdo de París también exige más transparencia a los países, lo que significa normas más estrictas para informar de los avances, pero también más burocracia. Un trabajo fácilmente manejable para nuestras democracias occidentales, pero una tarea abrumadora para los países del Sur, cuyos recursos ya están muy solicitados.

Por último, queda la espinosa cuestión del mercado del carbono. El objetivo, honorable a primera vista, es permitir a los países ricos reducir sus emisiones de CO2 invirtiendo en los países en desarrollo, donde cada tonelada de reducción costará menos. Sin embargo, algunos países quieren jugar con los números aplicando la doble contabilidad. La mejora ecológica contaría entonces tanto para el inversor como para el país receptor, lo cual es absurdo. Si el objetivo de la COP26 es acabar por fin con las trampas introduciendo plazos y medidas de transparencia, el mercado del carbono abre la puerta de par en par a otros medios de engaño.

Han pasado seis años desde el Acuerdo de París. Sin embargo, todavía estamos negociando el marco para su aplicación. Los Estados deben acelerar absolutamente el ritmo para que este acuerdo no sea superado por la realidad y quede obsoleto. Siempre que no estén de acuerdo con los pesimistas...

Escrito por Bertrand Piccard en 9 de noviembre de 2021

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