Opinión - 10 de noviembre de 2021

Apoyar la diversificación de las empresas petroleras, ¿una alianza con el diablo?

Escrito por Bertrand Piccard 3 min lectura

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LAS CUMBRES Y LOS FRACASOS DEL COP26. En Glasgow se habla mucho de liberar a la humanidad de los combustibles fósiles, pero un colapso de esta industria no es necesariamente deseable. ¿No es, por tanto, mejor apoyarla en su reconversión que atacarla frontalmente?


Nuestra llegada a la COP26 fue recibida esta mañana por manifestaciones contra los combustibles fósiles. Es cierto que, a pesar de la aparición de soluciones energéticas limpias, eficaces y rentables, la industria petrolera está muy presente en Glasgow, y se beneficia de inversiones masivas que la siguen convirtiendo en la principal fuente de energía mundial. No es de extrañar, ya que representa una gran cantidad de puestos de trabajo y beneficios. ¿Cómo se puede entonces provocar una ruptura en un sistema tan congelado?

Desde el punto de vista financiero, sigue atrapado en inversiones colosales que aún no se han amortizado totalmente. Por lo tanto, la tentación de prolongar el statu quo lo más posible sigue siendo fuerte. Por otro lado, la llamada del clima exige un cambio urgente.

La cuestión es que, a pesar de todos los deseos, un cambio total e inmediato es imposible por varias razones. La primera es que seguimos necesitando los combustibles fósiles, de lo contrario el mundo entero se colapsaría, paralizando el transporte, la calefacción, la industria, la agricultura. Incluso los activistas medioambientales ya no podrían venir a manifestarse o imprimir sus folletos. La segunda es que emplea a millones de trabajadores que no pueden ser abandonados. Puede resultar paradójico, pero un ataque frontal para desmantelarla no nos beneficiaría.

La solución vendrá probablemente de otra parte, ahora que las inversiones en la industria petrolera son peligrosas y empiezan a parecer activos podridos. Los fondos de pensiones y las compañías de seguros de vida saben que dentro de 10 o 20 años el valor de los activos petroleros en su cartera se dividirá por dos o tres debido a los inevitables impuestos sobre el carbono y al desarrollo de fuentes renovables mucho más baratas. Pero no deben vender todas sus acciones al mismo tiempo, pues de lo contrario reviviremos cien veces peor el escenario de la crisis de las hipotecas subprime de 2008 con un estrepitoso desplome bursátil. Aunque no queramos oírlo, el destino de las petroleras está ligado al nuestro. Si ellas caen, nosotros caeremos. Por tanto, es vital para todos, tanto para el clima como para nuestra supervivencia económica, que les animemos a reconvertirse. El mundo financiero lo ha entendido, y las empresas petroleras también.


"De todos modos, no teníamos otra opción si queríamos sobrevivir"

Entonces nos vemos condenados a hacer una alianza con el diablo para que sea menos malo. Se le abren varias oportunidades de redención, que empieza a aprovechar, aunque demasiado tímidamente: las energías renovables se han abaratado con respecto al petróleo, el gas y el carbón en la mayor parte del planeta y, por tanto, representan un nuevo mercado que no hay que desaprovechar, así como las estaciones de recarga de los coches eléctricos. El hidrógeno también está en el punto de mira de las grandes empresas, porque saben cómo fabricar, transportar y vender gas comprimido o líquido. Una empresa como BP ha visto aumentar el precio de sus acciones tras su anuncio de neutralidad en carbono para 2050. Esto demuestra que el mercado quiere esta conversión. Cuando analicé los compromisos de Total para reducir su cuota de petróleo en favor del biogás, el hidrógeno y la electricidad renovable, su director general me confió: "En cualquier caso, no teníamos otra opción si queríamos sobrevivir. "

Esto no significa que podamos bajar la guardia. Debemos seguir presionando. Hay que aplaudir con las dos manos el compromiso del pasado jueves en la COP26 de veintitrés países, entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Brasil, con varias instituciones financieras, de dejar de financiar desde aquí los combustibles fósiles en el extranjero para finales de 2022 y reasignar las inversiones actuales a las energías renovables.

Y nosotros, como consumidores, ¿cuál debe ser nuestro papel? En todo caso no el de designar un culpable externo para exculparnos. Porque al fin y al cabo, si el petróleo lo producen las empresas, somos nosotros los que lo consumimos. No es un placer escucharlo, pero la mayor parte de las emisiones de CO2 provienen de quienes utilizan el petróleo, ya sea directa o indirectamente. Por lo tanto, también depende de nosotros actuar, siendo más eficientes en nuestro consumo, comprando productos que no hayan dado la vuelta al mundo antes de llegar aquí, renunciando a adquirir más de lo que tenemos.

Para acelerar la lucha contra el cambio climático, también hay que aceptar las nuevas normativas destinadas a hacer menos atractivos los combustibles fósiles, como el impuesto sobre el carbono. Esto sigue despertando tanta resistencia entre la población como las energías renovables de las compañías petroleras. Sin embargo, no se puede exigir a los demás que cambien sin cambiar uno mismo también.

Escrito por Bertrand Piccard en 10 de noviembre de 2021

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